La técnica “palomitas de maiz” para vencer la procrastinación
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Muchas veces, cuando me enfrento a tareas importantes que son especialmente difíciles o que no me gustan, tengo la tendencia a ignorarlas. Es decir, caigo en la procrastinación. Prefiero ocuparme en otras acividades supuestamente igual de importantes, pero que en realidad no lo son. Por ejemplo, prefiero reorganizar mis listas de tareas una y otra vez, o hacer algún pequeño ajuste en el diseño del blog –tareas mucho más entretenidas–, antes que revisar mi presupuesto de gastos o mejorar el posicionamiento en buscadores de mis artículos. El resultado es frustración y sentimientos negativos, porque en el fondo sé perfectamente que no estoy haciendo lo que debería.
Sin embargo, a lo largo del tiempo me he dado cuenta de que la barrera que me impide empezar y terminar esas tareas poco atractivas es alta, pero al mismo tiempo muy delgada. No importa si se trata de desconocimiento de cómo llevar a cabo la tarea, de su dificultad intrínseca, de que sea poco interesante o muy laboriosa. Al final, siempre consigo derribar la barrera inicial fácilmente, con lo que yo llamo la técnica “palomitas de maiz”.
Estoy seguro de que a todos nos ha pasado alguna vez. No tienes hambre pero alguien te ofrece una palomita de maiz. La aceptas y te la comes. De forma casi automática tomarás una segunda, después una tercera, y así sucesivamente. En un proceso inconsciente, si te dejan, empezarás a comerte todas las palomitas hasta que termines la bolsa. Lo único que tuviste que hacer fue dar el primer paso, tomar la primera palomita y llevártela a la boca.
El mecanismo para empezar y terminar tareas funciona de forma muy parecida. El principal problema al que nos enfrentamos con las tareas difíciles es dar el primer paso. Una vez vencemos la resistencia incial, todo se desencadena solo, casi sin esfuerzo.
Cuando tengo ante mi un trabajo difícil o potencialmente aburrido, me propongo trabajar en él 5 minutos, sólo eso. Hago el compromiso conmigo mismo de que, si después de 5 minutos no quiero seguir adelante, puedo abandonar y seguir con otra cosa. Lo cuiroso es que en la gran mayoría de las ocasiones, esos 5 minutos es todo lo que necesito para derribar la barrera que me impide hacer el trabajo. Una vez logro un poco de concentración, el interés por la tarea crece rápidamente. De esa forma da inicio una especie de reacción en cadena que me lleva a trabajar en esa tarea durante una hora, o incluso más tiempo, hasta terminarla –¡en ocasiones se me ha pasado la hora de comer porque no quería dejarlo a medias!
Lo mejor de todo es que, una vez termino la tarea problemática, siempre tengo una sensación de euforía muy agradable. Ser capaz de empezar y terminar este tipo de tareas me hace estar más motivado y querer afrontar nuevas tareas similares. Encadenar la conclusión de un par de estas tareas en un mismo día, especialmente si llevaban mucho tiempo en mi lista de siguientes acciones, hace que mi autoestima, satisfacción y nivel de energía alcancen niveles estratosféricos.